Tras estudiar a fondo el ADN un grupo de investigadores rusos formados por científicos de diversas especialidades -entre ellos genetistas y lingüistas- ha llegado a la conclusión de que puede ser modificado mediante sonidos y frecuencias y, por tanto, ¡por las palabras!
Los lingüistas rusos descubrieron que el código genético -especialmente en la parte menos estudiada hasta ahora- sigue las mismas reglas de todas las lenguas.
El poder de la palabra sobre la salud, sostenido durante milenios por diversas corrientes de pensamiento, quedaría así confirmado.
Konstantin Korotkov, catedrático de la Universidad de San Petesburgo y diseñador de la cámara especial GDV (Gas Discharge Visualization) que permite visualizar el aura de un ser vivo e interactuar sobre ella para prevenir enfermedades contaba hace poco a nuestro compañero Fernando Sánchez Quintana que durante la guerra fría participó como científico en proyectos militares clasificados como “alto secreto”.
Uno de ellos consistía en enviar un enorme submarino nodriza hasta la costa de Estados Unidos que debería dejar caer desde el interior, antes de retirarse, otro submarino más pequeño con los motores y sistemas eléctricos apagados hasta que se posara, merced a su propio peso, en el fondo del océano.
Allí debería esperar la eventualidad de que la guerra comenzara y lanzar entonces sus ojivas nucleares. Llegado el momento, el submarino recibiría una orden telepática que activaría el sistema de lanzamiento.
Korotkov participó en aquel proyecto porque había inventado un sensor de agujas de wolframio capaz de medir la capacidad de una persona para comunicarse mentalmente.
Según su testimonio, tras un año de pruebas el proyecto fue suspendido porque “sólo” se alcanzó un 95% de aciertos en las transmisiones telepáticas y eso era mucho dado el objetivo final.
Los científicos rusos siempre han demostrado ser más prácticos y menos dogmáticos. Los demás que sigan discutiendo si existen o no ángeles: ellos los buscan.
Pues bien, algo similar ha hecho el biofísico y biólogo molecular Peter P. Gariaev y otros colegas suyos del Institute Control of Sciences Russian Academy of Sciences en Moscú.
Mientras los investigadores occidentales se centraban sólo en el 10% de nuestro ADN -la parte donde se localiza la producción de proteínas- ellos han buscado en el 90% restante porque no les resultaba creíble que millones de años de evolución hubieran hecho más importante la parte que el todo.
Obviamente, sus experimentos ofrecen una visión absolutamente diferente del código genético y de la función del ADN.
Así, su trabajo presenta a nuestro ADN como un bioordenador capaz de recoger y transmitir información de su entorno a través de ondas a partir de las cuales pueden modificarse los patrones de comportamiento de las células.
Tal y como recogen Gariaev y sus colaboradores en The DNA-wave Biocomputer los experimentos llevados a cabo en Moscú en el Institute of Control Sciences, en Wave Genetics Inc., así como otros trabajos teóricos les han llevado a las siguientes conclusiones:
1º.-La evolución ha creado en los biosistemas -organismos vivos- “textos genéticos” articulados de acuerdo a patrones semejantes al conjunto de normas y reglas subyacentes en todas las lenguas humanas en los que los nucleótidos del ADN, dotados de frecuencias cargadas de información, juegan el papel de caracteres. Y a partir de esos “textos genéticos” se van conformando los distintos procesos orgánicos, Siendo pues el ser humano, en definitiva, un “bello discurso” de la Naturaleza.
2º.-El aparato cromosómico actúa como antena de recepción y transmisión de “textos genéticos”, los descifra, los codifica y los reenvía.
3º.-Y aun más, los cromosomas de los organismos multicelulares constituyen, en forma replegada, una puerta holográfica (capaz de reproducir la imagen de todo el organismo en cada una de su partes) abierta al espacio y al tiempo.
EL CÓDIGO GENÉTICO, NUESTRA PRIMERA LENGUA
Para su estudio del ADN, Gariaev -director del Instituto de Biología y Medicina por Ondas en Moscú y miembro de la Academia Rusa de Ciencias Naturales, de la Academia Rusa de Ingenierías y Medicina, y de la Academia de Ciencias de Nueva York- se rodeó de físicos del renombrado Instituto Lebedev: biólogos moleculares, biofísicos, genetistas, embriólogos y lingüistas.
Y desde ese campo comenzaron a llegar las sorpresas…
Como se sabe, la Lingüística es la ciencia de la estructura de los idiomas. Investiga no sólo los idiomas naturales que se desarrollaron en las distintas naciones y culturas sino también los idiomas artificiales usados; por ejemplo, para programar los ordenadores.
Bueno, pues a partir del estudio comparado de la semántica, la sintaxis, las bases de la gramática y otros aspectos del estudio de las lenguas con la configuración del código genético y la síntesis de proteínas llegaron a la conclusión de que éste comparte con nuestros idiomas las mismas reglas.
No con los idiomas locales sino a un nivel más profundo donde todas las lenguas presentan estructuras comparables a la hora de unir caracteres para formar mensajes inteligibles.
Una relación que puede que nos extrañe menos si ponemos en relación el lenguaje de los propios lingüistas con el de los biólogos y vemos que, por ejemplo, definen el fonema como la unidad mínima de una lengua que no se deja analizar en unidades más pequeñas (nucleótido) y cuya función se define a través de:
a) Su expresión. Que es la materialización de los mismos (el sonido vibracional, la onda)
b) Su forma. Que es el lugar que ocupan en el sistema (la cadena de ADN). Y,
c) Su contenido. Que será el papel que puedan desempeñar dentro de la economía gramatical de una lengua (la formación de determinadas proteínas en función de sus relaciones).
También han descubierto que la inteligencia subyacente en los procesos que dan lugar a una lengua se da ya en la interrelación y elección de compañeros para la síntesis de proteínas a nivel del ADN.
Si el ADN y el código genético existían ya antes de que los primeros humanos dijeran una sola palabra articulada es fácil deducir que cada lengua se desarrolló a partir del modelo básico existente en la estructura de nuestro código genético siendo éste la fuente de todas las lenguas.
Esto no quiere decir que la capacidad de hablar sea sólo un efecto secundario de las proteínas elaboradas por algunos genes sino que el orden de los nucleótidos en el ADN sigue un plan inmaterial inteligente que ha sido imitado en la estructura de nuestros idiomas.
“A través de una señal láser y sus campos electroacústicos solitónicos -podemos leer en The DNA-wave Biocomputer”- es como el gen ‘lee y entiende’ estos textos de manera similar al pensamiento humano.
Pero a su propio nivel genómico de ‘razonamiento’. Esto significa que los textos humanos (independientemente del idioma usado) y los textos ‘genéticos’ tienen características matemático-lingüísticas y entrópico-estadísticas similares, y donde en caso de los textos ‘genéticos’ los caracteres se identifican con los nucleótidos”.
En otras palabras, si el ADN entiende ciertas frecuencias entonces puede establecerse un tipo de intercambio de información con él.
Este descubrimiento es absolutamente convergente con el ya realizado por la línea de estudio Germano-Española, Dr.Broers Dr.Guerrero (IRCAI )etc…y explicaría la lógica biocomputacional de los procesos de señales dentro del ADN, y también la existencia de procesos de datos en la codificación- comunicación neurogenética, tal y como expone López-Guerrero.
De hecho, la consistencia del D-KG y su análisis depararán ulteriores avances que suponen ya una revolución absoluta de la ciencia.
DE LA TEORÍA A LA PRÁCTICA
Hay que agregar que para probar el alcance de su teoría el equipo de Gariaev realizó experimentos modulando ciertos patrones de frecuencia ¡y consiguió reparar cromosomas dañados por rayos X!
Tal y como explican Grazyna Fosar y Franz Bludorf en su libro Vernetzte Intelligenz -en el que se ocupan ampliamente de las investigaciones de Gariaev- llegaron incluso a capturar patrones de información de un ADN y lo implantaron en otro reprogramando así las células de éste De esa manera consiguieron ¡transformar embriones de rana en embriones de salamandra!
Insistimos: simplemente transmitiéndoles nuevos patrones de información del ADN. Un proceso que se realizó sin los efectos colaterales derivados de la manipulación directa de los genes.
Pues bien, los investigadores rusos están convencidos de que armonizando los sonidos que emitimos -es decir, palabras- en una determinada frecuencia se puede llegar a influir en el ADN.
Ello quizás pudiera explicar los sensacionales descubrimientos del investigador japonés Masaru Emoto (vea el artículo La estructura del agua cambia con el sonido, las emociones y los pensamientos publicado en el nº 52) quien ha demostrado -a través de experimentos repetibles y acompañados de gran cantidad de imágenes gráficas- cómo las palabras y la música son capaces de alterar la estructura molecular del agua.
También podríamos entender mejor cómo el sonido de los cuencos de cuarzo puede curar el cáncer.
Recordemos también a este respecto que el doctor Mitchell L. Gaynor -director del Departamento de Medicina Oncológica e Integrativa del Centro Strang-Cornell para la prevención del cáncer de Nueva York- afirmó haber utilizado terapéuticamente con éxito el sonido obtenido en los cuencos de cuarzo en cientos de pacientes.
Hablamos, en definitiva, de la posible explicación del poder de la Musicoterapia pero también de por qué funcionan las afirmaciones positivas, los mantras, las inducciones hipnóticas y, por supuesto, la oración.
Recordemos que desde hace miles de años los maestros espirituales vienen insistiendo en la posibilidad de alcanzar a través de la oración, la repetición sistemática de palabras o frases -mantras- o los estados alterados de conciencia la posibilidad de actuar sobre la propia salud y la de los demás.
El problema es encontrar las frecuencias con las que entrar en resonancia con nuestro propio yo interior -¿nuestro propio ADN?- porque, tal y como han demostrado los mencionados científicos rusos, la vibración y el lenguaje en lugar del arcaico proceso de cortar y pegar puede llevar a triunfar a lo que podríamos denominar la genética de ondas. Ahora bien, ¿se pueden obtener las claves de tan especial “gramática”?.
UNA ANTENA GIGANTE
Hay que decir que la base de todo este complejo proceso de intercambio de “textos” en forma de sonidos está, según comprobaron Gariaev y sus colegas mediante experimentos, en la naturaleza vibracional.
Concretamente, el ADN se expresa -según los investigadores rusos- a través de ondas solitónicas, ondas que pueden almacenar información durante mucho tiempo y son capaces de propagarse sin deformarse a grandes distancias en medios no lineales.
Cuando hablamos de información pensemos que a diario las ondas de radio y televisión, por ejemplo, trasladan información de un lado a otro.
Pero para hacernos una idea de la capacidad de las ondas solitónicas recordemos que ya en 1988 Thierry Georges y su equipo del Centro de Investigación y Desarrollo de France Telecom combinaron ondas solitónicas de diferentes longitudes para realizar una transmisión superior a un terabit por segundo (1.000.000.000.000 bits / segundo).
“La mayoría -explica Gariaev- intenta entender los principios del ordenador biológico que es el ADN a través de una fijación exclusiva a las reglas del ADN de Watson, Crick y Chargaff: la igualdad entre las bases adenina-timina, guanina-citosina. ¡Y eso es correcto pero no suficiente!
El ADN cromosómico en los sistemas vivos tiene atributos de onda que nos llevan a una dimensión desconocida. El ‘muy conocido’ código genético es tan sólo la parte del código referida a la síntesis de proteínas… y nada más.
Pero los cromosomas trabajan como ordenadores solitónicos holográficos bajo la influencia de radiaciones láser endógenas del ADN”.
Las consecuencias de todo esto son tan incomprensibles como simples y lógicas: si uno modula un láser con una determinada frecuencia puede afectar con ella la información de las ondas del ADN y, así, la información genética en sí misma.
Para ello el ADN funciona como una antena cuyas características técnicas vienen determinadas por su tamaño. La molécula extendida tiene alrededor de dos metros de larga y una frecuencia natural de 150 megahertzios.
Curiosamente esta frecuencia está exactamente en la banda utilizada por el radar humano para las telecomunicaciones e ingeniería de microondas. Es decir, que nosotros usamos exactamente el mismo rango de frecuencia para recibir y emitir señales a nivel de ADN que en nuestra tecnología. Singular “coincidencia”.
Además el ADN puede también almacenar ondas armónicas de 150 megahertzios. Lo mismo que la luz visible. La 22 octava de 150 megahertzios queda directamente en este rango… y el color de esta radiación lumínica es el azul. ¿Será también una coincidencia que la radiación solar se descomponga en la atmósfera terrestre de tal manera que nosotros vivimos en un mundo con el cielo azul?
Es decir, el ADN -según las investigaciones científicas de los rusos- no sólo puede resultar afectado por la radiación electromagnética de forma dañina -algo que ya sabíamos- sino que también puede ser alterado en la dirección contraria con la radiación adecuada porque, en el fondo, para ello somos portadores de un microchip electrobiológico, un superconductor que toma la información electromagnética del ambiente, la almacena y posiblemente después de codificarla puede también emitirla.
Este hecho abre posibilidades desconocidas hasta ahora para la medicina.
Porque con los dispositivos adecuados, igual que ahora aplicamos corrientes electromagnéticas para ayudar a la recuperación de una lesión ósea o muscular… en el futuro podremos actuar sobre el metabolismo celular y desarrollar nuevas terapias contra las grandes enfermedades.
Hasta la reparación de defectos genéticos sería posible sin los riesgos y los efectos secundarios de los procedimientos actuales.
UNA PUERTA AL ESPACIO Y EL TIEMPO
Bien, pues con resultar increíbles las posibilidades de los descubrimientos realizados por los investigadores rusos aún existen otros descubrimientos que nos sitúan al borde mismo de la Imaginación -con mayúsculas- porque nos hablan de una comunicación a nivel cuántico de nuestro ADN que rompería las barreras del espacio y del tiempo lo que confirmaría la visión holística de un ser humano interrelacionado con todo y con todos.
Los científicos rusos descubrieron con sus experimentos que la oscilación vibratoria de nuestro ADN puede causar patrones de perturbación en el vacío produciendo así agujeros de gusano magnetizados, equivalentes microscópicos de las perturbaciones Eisntein-Rosen formadas en las inmediaciones de los agujeros negros.
Y recordemos que los agujeros de gusano son considerados por la Física teórica como túneles que conectan áreas completamente diferentes del universo a través de los cuales se puede transmitir información fuera del espacio y del tiempo.
Pues bien, a través de los agujeros de gusano microscópicos el ADN podría atraer información de más allá del vacío e incorporarla a nuestra conciencia.
En la Naturaleza, la hipercomunicación se ha venido produciendo con éxito durante millones de años. El comportamiento social de los insectos podría servirnos de prueba, como bien recuerdan los ya mencionados Grazyna Fosar y Franz Bludorf. Cuando una hormiga reina es separada “espacialmente” de su colonia la construcción continúa de acuerdo a lo planeado.
Sin embargo, si se mata a la reina se detiene todo el trabajo en la colonia. Ninguna hormiga sabe qué hacer. Aparentemente la reina es la portadora de los “planes de construcción” y los envía incluso desde muy lejos por medio de la “conciencia grupal” de sus súbditos. Ella puede estar tan lejos como quiera… en tanto esté viva.
En el hombre tenemos ejemplos que hasta ahora han sido considerados más o menos anecdóticos y que podrían referirse a este tipo de hipercomunicación que normalmente es experimentada como inspiración o intuición.
El químico ruso Dimitri Mendeleyev aseguraba que había visto en sueños la clave para la organización de la tabla periódica de elementos. El también químico Friedrich Kekulé mantenía que había deducido la estructura hexagonal de la molécula del benceno después de soñar con una serpiente que se mordía la cola. Igor Stravinsky escuchó en su cabeza mientras dormía La consagración de la primavera; Giuseppe Tartini, su sonata El trino del diablo interpretada por el propio Satanás.
Y fue un sacerdote asirio quien reveló en sueños al historiador Herman Hilprecht la traducción exacta de la inscripción cuneiforme de la llamada “piedra de Nebuchadnezzar”. Cabe añadir que cuando la hipercomunicación tiene lugar uno puede observar fenómenos especiales en el ADN. Los científicos rusos irradiaron muestras de ADN con luz láser en cámaras especiales.
En la pantalla se formó un patrón de ondas típico. Y cuando retiraron la muestra de ADN los patrones de onda no desaparecieron: permanecieron. Bien, pues muchos experimentos de control demostraron que el patrón seguía proviniendo de la muestra retirada cuyo campo energético aparentemente subsistía por sí mismo. Este efecto fue denominado “efecto del ADN fantasma”.
Se supone que la energía del espacio exterior y del tiempo todavía fluye a través de los agujeros de gusano después de retirar el ADN. Vladimir Poponin, físico cuántico reconocido mundialmente por sus estudios sobre las interacciones entre los campos electromagnéticos y los sistemas biológicos e investigador del Biochemical Physics of the Russian Academy of Sciences se refería así a ese efecto fantasma: “Después de reproducir esto muchas veces y verificar el equipo de todas las maneras concebibles nos vimos obligados a aceptar la hipótesis de trabajo de que alguna nueva estructura de campo estaba siendo excitada desde el vacío físico.
Y lo denominamos ‘ADN fantasma” para dar énfasis a que su origen está relacionado con el ADN físico. No hemos observado ese efecto todavía con otras sustancias en la cámara. Después de ese descubrimiento iniciamos un estudio más riguroso y continuo de estos fenómenos.
Y nos encontramos que con tal de que el espacio de la cámara no se perturbe se puede medir ese efecto durante largos periodos de tiempo. Lo hemos observado durante un mes en varios casos. Es importante dar énfasis a que dos condiciones son necesarias para observar el ADN fantasma. El primero es la presencia de la molécula de ADN y la segunda es la exposición del ADN a una débil radiación de láser coherente.
Esta última condición puede darse con dos frecuencias diferentes de radiación del láser. Quizás el hallazgo más importante de estos experimentos es que proporcionan una oportunidad de estudiar la subestructura del vacío bajo perspectivas estrictamente científicas y cuantitativas. Es posible debido a la habilidad intrínseca del campo fantasma de acoplarse con los campos electromagnéticos convencionales”.
Esto implica que en ese acoplamiento podría producirse una transmisión de información desde lo que hoy consideramos “vacío”. Se abre así todo un mundo de maravillas. De hecho, podría estar sucediendo que nuestro ADN estuviera recibiendo desde el primer día sus “instrucciones de montaje” desde más allá del espacio y del tiempo conocido, desde el vacío o más allá si lo hay. Y a partir de esas instrucciones la naturaleza holográfica del ADN iniciaría el proceso de organización.
“Los solitones del ADN -puede leerse en DNA-wave Biocomputer- tienen dos tipos conectados de memoria. El primero involucra la capacidad de los sistemas no lineales para recordar modos iniciales de energetización y repetirlos periódicamente. Los cristales líquidos de ADN dentro de la estructura del cromosoma forman un sistema no lineal. El segundo es el del ADN total en un organismo.
Tal memoria es un aspecto no localizado del genoma. Es cuasi-holográfico/fractal y tiene que ver, como es el caso para cualquier holograma o fractal, con la propiedad fundamental del biosistema, es decir, su habilidad de restaurar el todo a partir de una parte. Esta propiedad es bien conocida. Recordemos el crecimiento de las plantas dañadas, la regeneración de la cola de un lagarto…)”.
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