DESARROLLEN SU VISIÓN

Deben ver a la naturaleza llena de Dios, formada por Dios, como Dios en esas formas, olores y sonidos. Vemos la imagen en el espejo porque los rayos de luz son reflejados por la superficie del espejo. Ustedes son el reflejo de los rayos de Dios en el espejo que es la naturaleza. Si ese espejo no estuviera allí, el individuo no existiría como entidad separada. Quiten el espejo y entonces “ustedes” se fusionarán en “Él”, y se quedarán allí como “nosotros”. Es la naturaleza la que induce la creencia de que son el cuerpo; sienten que ustedes también son nombre y forma como la naturaleza. Esta identificación ha llevado a un grado desorbitado de atención al cuerpo y en consecuencia, a la preocupación y la miseria. El principio de que el alimento es sólo una medicina para curar el hambre es ignorado y el hombre es esclavizado por la lengua. Todas las veinticuatro horas se gastan en el cuidado del cuerpo, en la prevención de la enfermedad, la promoción de la salud, el desarrollo de los músculos, etc., pero no se da ningún cuidado al morador del cuerpo, al Dios que reside en este tabernáculo físico y a quien se debe reconocer y reverenciar. La báscula sobre la cual están parados leyendo su peso con orgullo se ríe de ustedes por su tonta alegría. Se mofa de su orgullo por las victorias físicas, les advierte contra la preocupación excesiva por ganancias fútiles. Sabe que la muerte está al acecho para llevárselos, no importa lo pesados que se puedan poner. Desarrollen su visión, no su cuerpo. Concéntrense en el Hacedor, no en lo “hecho”.

Bhagavan Sri Sathya Sai Baba

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lunes, 19 de julio de 2010

CONVERSACIONES CON DIOS

*Fragmento sacado del Libro, en el que Dios explica a Neale la importancia que tiene la acción del Amor y el Temor en los seres humanos.
Cualquier acción emprendida por los seres humanos se basa en el amor o el temor, y no simplemente las que afectan a las relaciones. Las decisiones relativas a los negocios, la industria, la política, la religión, la educación de vuestros jóvenes, la política social de vuestras naciones, los objetos económicos de vuestra sociedad, las decisiones que implican guerra, paz, ataque, defensa, agresión, sometimiento; las determinaciones de codiciar o regalar, de ahorrar o compartir, de unir o dividir: cualquier decisión libre que toméis se deriva de uno de los dos únicos pensamientos posibles que existen: un pensamiento de amor o un pensamiento de temor.
El temor es la energía que contrae, cierra, capta, huye, oculta, acumula y daña.
El amor es la energía que expande, abre, emite, permanece, revela, comparte y sana.
El temor cubre nuestros cuerpos de ropa; el amor nos permite permanecer desnudos. El temor se aferra a todo lo que tenemos; el amor lo regala. El amor prohíbe; el amor quiere. El temor agarra; el amor deja ir. El temor duele; el amor alivia. El temor ataca; el amor repara.
Cualquier pensamiento, palabra o acto humano se basa en una emoción o la otra. No tenéis más elección al respecto, puesto que no existe nada más entre que elegir. Pero tenéis libre albedrío respecto a cuál de las dos escoger.
Haces que parezca muy fácil, y, sin embargo, en el momento de la decisión el temor vence mucho más a menudo. ¿Por qué?
Habéis aprendido a vivir en el temor. Se os ha hablado de la supervivencia de los más capacitados, y de la victoria de los más fuertes y el éxito de los más inteligentes. Pero se os ha dicho muy poco sobre la gloria de quienes más aman. De este modo, os esforzáis por ser los más capacitados, los más fuertes, los más inteligentes - de una u otra manera -, y si en una situación determinada percibís que vosotros lo sois menos, tenéis miedo de perder, puesto que se os ha dicho que ser menos significa perder.
Así, evidentemente, elegís la acción promovida por el temor, porque eso es lo que os han enseñado. Pero Yo os enseño esto: cuando escojáis la acción promovida por el amor, entonces haréis algo más que tener éxito Entonces experimentaréis plenamente la gloria de Quienes Realmente Sois, y quienes podéis ser.
Para hacer esto, debéis dejar de lado las enseñanzas de vuestros bienintencionados, aunque mal informados, profesores mundanos, y escuchar las enseñanzas de aquellos cuya sabiduría proviene de otra fuente.
Hay muchos de estos profesores entre vosotros, como siempre los ha habido, ya que nunca he querido privaros de aquellos que os mostraran, os enseñaran, os guiaran y os recordaran esas verdades. No obstante, el mayor recordatorio no se halla fuera de vosotros, sino que es vuestra propia voz interior. Esta es la primera herramienta que utilizo, puesto que es la más accesible.
La voz interior es la voz más fuerte con la que hablo, puesto que es la más cercana a vosotros. Es la voz que os dice si todo lo demás es verdadero o falso, correcto o equivocado, bueno o malo, según vuestra definición. Es el radar que señala el rumbo, dirige el barco y guía el viaje, si dejáis que lo haga.
Es la voz que te dice ahora mismo si las propias palabras que estás leyendo son palabras de amor o palabras de temor. Con este patrón puedes determinar si son palabras que hay que tener en cuenta o palabras que hay que ignorar.
Dices que, si yo elijo siempre la acción impulsada por el amor, entonces experimentaré plenamente la gloria de quien soy y quien puedo ser. ¿Quieres explicármelo con más detalle, por favor?
Existe únicamente un propósito para toda la vida, y es, para vosotros y para todo lo que vive, experimentar la gloria más plena.
Todo lo que decís, hacéis o pensáis está subordinado a esta función. Vuestra alma no tiene que hacer nada más que eso, y no quiere hacer nada más que eso.
Lo maravilloso de este propósito es que nunca termina. Un fin es una limitación, y el propósito de Dios carece de este límite. Debe llegar un momento en el que os experimentéis a vosotros mismos en vuestra gloria más plena, y en ese instante imaginaréis una gloria aún mayor. Cuanto más seáis, más llegaréis a ser, y cuanto más lleguéis a ser, más podréis ser todavía.
El secreto más profundo es que la vida no es un proceso de descubrimiento, sino un proceso de creación.
No os descubrís a vosotros mismos, sino que os creáis a vosotros mismos de nuevo. Tratáis, por lo tanto, no de averiguar Quienes Sois, sino de determinar Quienes Queréis Ser.

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