DESARROLLEN SU VISIÓN

Deben ver a la naturaleza llena de Dios, formada por Dios, como Dios en esas formas, olores y sonidos. Vemos la imagen en el espejo porque los rayos de luz son reflejados por la superficie del espejo. Ustedes son el reflejo de los rayos de Dios en el espejo que es la naturaleza. Si ese espejo no estuviera allí, el individuo no existiría como entidad separada. Quiten el espejo y entonces “ustedes” se fusionarán en “Él”, y se quedarán allí como “nosotros”. Es la naturaleza la que induce la creencia de que son el cuerpo; sienten que ustedes también son nombre y forma como la naturaleza. Esta identificación ha llevado a un grado desorbitado de atención al cuerpo y en consecuencia, a la preocupación y la miseria. El principio de que el alimento es sólo una medicina para curar el hambre es ignorado y el hombre es esclavizado por la lengua. Todas las veinticuatro horas se gastan en el cuidado del cuerpo, en la prevención de la enfermedad, la promoción de la salud, el desarrollo de los músculos, etc., pero no se da ningún cuidado al morador del cuerpo, al Dios que reside en este tabernáculo físico y a quien se debe reconocer y reverenciar. La báscula sobre la cual están parados leyendo su peso con orgullo se ríe de ustedes por su tonta alegría. Se mofa de su orgullo por las victorias físicas, les advierte contra la preocupación excesiva por ganancias fútiles. Sabe que la muerte está al acecho para llevárselos, no importa lo pesados que se puedan poner. Desarrollen su visión, no su cuerpo. Concéntrense en el Hacedor, no en lo “hecho”.

Bhagavan Sri Sathya Sai Baba

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jueves, 12 de agosto de 2010

MILAGROS VERDADEROS

Tres personas iban caminando por una vereda de un bosque: un sabio con fama de hacer milagros, un poderoso terrateniente del lugar y, un poco atrás de ellos y escuchando la conversación, iba un joven estudiante, alumno del sabio.

Terrateniente: Me han dicho en el pueblo que eres una persona muy poderosa que, inclusive, puedes hacer milagros.

Sabio: Soy una persona vieja y cansada... ¿cómo crees que yo podría hacer milagros?.

Terrateniente: Pero me han dicho que sanas a los enfermos, haces ver a los ciegos y vuelves cuerdos a los locos..... esos milagros sólo los puede hacer alguien muy poderoso.
Sabio: ¿Te referías a eso?, tú lo has dicho, esos milagros sólo los puede hacer alguien muy poderoso... no un viejo como yo; esos milagros los hace Dios, yo sólo pido se conceda un favor para el enfermo, o para el ciego, todo el que tenga la fe suficiente en Dios puede hacer lo mismo.

Terrateniente: Yo quiero tener la misma fe para poder realizar los milagros que tú haces... muéstrame un milagro para poder creer en tu Dios.

Sabio: Esta mañana ¿volvió a salir el sol?

Terrateniente: Sí, ¡claro que sí!.

Sabio: Pues ahí tienes un milagro..... el milagro de la luz.

Terrateniente: No, yo quiero ver un verdadero milagro, oculta el sol, saca agua de una piedra.... mira hay un conejo herido junto a la vereda, tócalo y sana sus heridas.

Sabio: ¿Quieres un verdadero milagro?, ¿no es verdad que tu esposa acaba de dar a luz hace algunos días?

Terrateniente: Sí, fue varón y es mi primogénito.

Sabio: Ahí tienes el segundo milagro.... el milagro de la vida.

Terrateniente: Sabio, tú no me entiendes, quiero ver un verdadero milagro...

Sabio: ¿Acaso no estamos en época de cosecha?, ¿no hay trigo y sorgo donde hace unos meses sólo había tierra?

Terrateniente: Sí, igual que todos los años.

Sabio: Pues ahí tienes el tercer milagro...

Terrateniente: Creo que no me he explicado, lo que yo quiero.... (el sabio lo interrumpe).
Sabio: Te has explicado bien, yo ya hice todo lo que podía hacer por ti.... si lo que encontraste no es lo que buscabas, lamento desilusionarte, yo he hecho todo lo que podía hacer.

Dicho esto, el poderoso terrateniente se retiró muy desilusionado por no haber encontrado lo que buscaba. El sabio y su alumno se quedaron parados en la vereda; cuando el terrateniente iba muy lejos como para ver lo que hacían, el sabio se dirigió a la orilla de la vereda, tomó al conejo, sopló sobre él y sus heridas quedaron curadas. El joven alumno estaba algo desconcertado.

Joven: Maestro: te he visto hacer milagros como éste casi todos los días, ¿porqué te negaste a mostrarle uno al caballero?, ¿por qué lo haces ahora que él no puede verlo?

Sabio: Lo que él buscaba no era un milagro, era un espectáculo. Le mostré tres milagros y no pudo verlos. Para ser rey primero hay que ser príncipe, para ser maestro primero hay que ser alumno. No puedes pedir grandes milagros si no has aprendido a valorar los pequeños milagros que se te muestran día a día. El día que aprendas a reconocer a Dios en todas las pequeñas cosas que ocurren en tu vida, ese día comprenderás que no necesitas más milagros que los que Dios te da todos los días sin que tú se los hayas pedido.

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